¡Nos ha llamado
amigos!
Ya no los llamo siervos,
porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos,
porque todo lo que a mi padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.
Juan 15:15.
Se abren los portales del palacio. La belleza del lugar es
indescriptible. Haría falta un millón de libros para empezar a describir los
detalles. La fuerza y la luz que se experimentan lo cambia todo. A medida que
avanzan los pasos una nueva visión de la realidad va invadiendo las mentes. La
sabiduría aumenta en proporción a la cercanía con el gran trono. Primero da un
poco de miedo. Por un lado sabemos que se trata de Dios. Sí... Dios. El que
todo lo sabe, todo lo ha creado, todo lo puede. Por otro lado también está el
recuerdo de haber escuchado a muchos que hablan de él como si estuviera enojado
esperándonos para señalarnos con su dedo índice y declarar a gran voz que somos
indignos. Pero a medida que nos acercamos también un calor empieza a
invadirnos. Es su amor incondicional que echa fuera el temor. Pronto estamos en
el trono del regalo inmerecido. Allí está Dios y a su derecha Jesús. Dios nos
observa y luego mira a Jesús. Con voz segura y mostrando su emoción Jesús le
dice: «Padre, aquí están mis amigos». ¡Uao! Jesús nos llama «amigos». Cada día
podemos acercarnos a la increíble presencia de Dios para tener una audiencia
privada y muy especial con el gran Soberano.
Todas las civilizaciones han servido a sus dioses. Todas las
grandes y pequeñas religiones siempre tuvieron la idea de que fuera quien fuera
su divinidad había que servirle. Pero Cristo vino a enseñarnos algo diferente.
Él no habló tanto de servirle como de amarle. Solo el cristianismo enseña
acerca de un Dios que nos ama y al que podemos amar. Solo Jesús enseñó la
amistad con Dios y nos invitó a vivir esa relación como una maravillosa
aventura. Por eso, nos reveló su voluntad. Nos dio a conocer sus deseos a
través de su Palabra y nos invitó a ser grandes amigos. Por medio de este libro
Dios te invita a disfrutar de su maravillosa presencia. Jesús quiere verte allí
en el trono del regalo inmerecido para seguir revelándote su voluntad, llenarte
de su amor, colmarte de sabiduría y equiparte con su fuerza.
Punto de reflexión
¿Qué voy a hacer este año para disfrutar más tiempo en su
presencia?
¿Qué significa para mí tener una amistad con Jesús?
¿Qué significa para mí tener una amistad con Jesús?
Nuestra oración:
Querido Dios, gracias por el privilegio de poder acercarme a tu
presencia con libertad. Gracias por el regalo de tu amistad. Este año quiero
que mi amistad contigo crezca cada día.