10 CLAVES
PARA LA EDUCACIÓN DE TUS HIJOS
1 Los
padres deben educar la voluntad de los hijos y sus sentimientos. Preparar a
un hijo para la vida no es satisfacer todas sus voluntades y todos sus
caprichos.
Enseña a
tu hijo a renunciar y a oír "no".
No impongas la renuncia, pero
llévalo a aceptarla libremente.
Señala la razón del renunciar, su
valor y necesidad para la vida.
Si no aprende ahora a decir no a lo
permitido, luego no sabrá decir no a lo prohibido.
El exceso de mimos echa a perder a
los niños; los hijos muy mimados sufren mucho en la vida. Vivirán siempre
alterados e inseguros.
El exceso de mimos y de censuras,
críticas y castigos es la principal causa de inseguridad en los jóvenes. Los
grandes hombres de la historia soportaron pruebas y privaciones en la vida.
Poco se puede esperar de los hombres que nunca supieron lo que son privaciones,
renuncias y sacrificios.
Los que reciben todo en la infancia
no sabrán dar nada como adultos.
2 La cólera es nociva para
la educación de los hijos. La ira nos lleva a decir palabras sin
pensar y a actuar irreflexivamente.
El hablar sin pensar y el actuar sin
reflexionar pueden lastimar, herir, ofender y llevar a cometer injusticias.
Habla con tu hijo con calma y ten
actitudes ponderadas.
La cólera, la ira, la falta de
dominio pueden hacer que se cometan desatinos.
Muchos padres, llevados por la ira
del momento, hieren el corazón de los hijos con palabras semejantes a éstas:
"No servis para nada."
"Maldita la hora en que te engendré." "Sos la vergüenza de la
familia." "No vales nada." "¡Eres un hijo indigno!”
Después, cuando estás en calma,
reflexionas y te arrepentís. Pero será demasiado tarde. Las palabras ya fueron
dichas y el corazón de tu hijo ya fue herido.
Piensa antes de hablar y reflexiona
antes de actuar.
A un corazón herido siempre le queda
una cicatriz.
No hables sin pensar y sin medir el
alcance de tus palabras.
No hagas un gesto sin medir las consecuencias.
Tu hijo es
un tesoro que merece todo el amor, respeto y cariño; es un tesoro de la vida
entregado en las manos de los padres.
3 El secreto que un hijo confía al padre o a la madre debe ser como
una piedra lanzada al mar. Se esconde
en el fondo, nadie la ve, descubre, conoce.
Sé siempre discreto, guarda en lo
profundo del corazón el secreto de tu hijo. La confianza, una vez perdida, difícilmente se recupera.
Un joven comienza a desorientarse
desde el momento en que pierde la confianza en sus padres. Mientras los hijos
confíen en los padres, tendrán siempre una luz que los ilumine, una guía que
los conduzca y, una brújula que los oriente.
4 La mejor escuela de la vida
es el ejemplo de los padres. Los hijos precisan más los ejemplos que
las enseñanzas.
Los padres no les pueden exigir
virtudes y cualidades que ellos no tienen. Vigilando sus propias obras, los
padres estarán construyendo la moral de sus hijos. ¿Qué ejemplos les das? ¿A ti
te gustaría que tus hijos hicieran lo que tú haces?
5 La misión de los padres es
orientar, esclarecer, amar, comprender, incentivar. Actuar así es darle la
oportunidad a tu hijo para que se afirme en la vida. El amor que los hijos
reciben de los padres y la confianza que éstos depositan en ellos es para los
jóvenes un seguro amparo de vida.
6 El desahogarse es
una necesidad psicológica de toda persona. Tu hijo muchas veces está
psicológicamente agobiado y siente la necesidad de desahogarse. Precisa decir
lo que siente.
Escucha con paciencia y benevolencia
su desafío, aunque hable en forma agresiva e irritada.
Aprende a escuchar con paciencia y
atención el desahogo de tu hijo y evitarás muchas discusiones, desavenencias y
contrariedades.
Deja que tu hijo diga todo lo que
siente y, cuando esté en calma, estará en condiciones de razonar y reconocer el
error.
Comparte las dudas, angustias y
problemas de tu hijo y él será tu amigo.
7 Saber escuchar en
silencio es una virtud que los padres también deben tener. Antes de contradecír
a tu hijo, escucha, analiza y trata de comprender lo que él quiere decir. Y
después habla, pero con amor.
Cuando los padres se precipitan en
responder o en contradecir al hijo, pueden cometer una injusticia o interpretar
de modo incorrecto, y esto suscita la rebeldía del hijo.
Deja que tu hijo hable y oiga
pacientemente, y sólo después habla, analiza, medita y dialoga con él.
Una persona irritada no está en
condiciones de oír y comprender.
8 Deja que tu hijo hable, sólo
escucha. Después dialoga calma y serenamente. Tal vez diga muchas cosas equivocadas, pero
analizándolo bien encontraremos muchas verdades entre los errores.
Apreciar y valorizar lo bueno da
mejores resultados que señalar y condenar de inmediato lo equivocado. A nadie
le gusta ser refutado y censurado al instante.
Muchos padres no defienden la
verdad, pero si sus puntos de vista para que prevalezcan sobre los puntos de
vista de sus hijos.
El hijo no es un adversario a
combatir, sino un amigo a conquistar. Y para conquistar nada mejor que saber
oír.
9 Tu hijo precisa consejos y
recomendaciones, pero deben ser bien dosificados, dados con amor y bondad.
Una bocanada de consejos y recomendaciones irrita y satura. El exceso, en lugar
de producir efectos positivos, trae resultados negativos. Da a tu hijo los
consejos más útiles y prácticos, no los más agradables. Dale un consejo como
una sugerencia y no como una imposición.
10 ¡Cuántos jóvenes aún no
descubrieron el verdadero sentido de la vida! Viven y no saben por qué. Estamos
en este mundo para amar y hacer el bien, el amor nos une unos a otros y todos
unidos amaremos a Dios. El amor siempre trae unidad y conlleva a hacer obras de
bien. Una vida sin amor es una vida vacía y sin sentido.
La vida nos es dada para crecer
siempre más en el amor y para engrandecernos a través de la práctica del bien.
Educar no es sólo combatir el mal,
señalar y censurar los errores; educar es sobre todo íncentivar el
bien, impartir buenas costumbres, valorizar las buenas obras y estimular.
El exceso de críticas y de censuras
elimina el incentivo y el deseo del bien. Pero apreciar y valorízar las cosas
buenas estimula y anima a proseguir el camino del bien y a mejorar.
Señala con amor los errores de tu
hijo, aprecia sus virtudes, incentiva el bien y valoriza sus buenas acciones.
Que la crítica, la censura y la
reprensión sean siempre constructivas y no destructivas. Que sean siempre
positivas y no negativas.
* Recordar errores pasados y ya
perdonados, desestimula y desanima. No es agradable oír siempre la misma queja, oír siempre la misma
melodía de las personas que persisten en tocar la misma tecla.
* Olvida los errores cometidos por tu hijo en el pasado, e incentiva
el bien en el presente, valorizando sus buenas acciones, por pequeñas que sean.
* Y así, si él fuera malo, tratará
de ser bueno, y si fuera bueno se
esforzará para ser mejor.
¡Ánimo, Dios nos capacita!